Por Alejandro Rojas Espinosa
Un viejo refrán dice que todas las paredes tienen oídos; sin embargo, las del realizador cubano Fernando Pérez tienen mensajes escritos. Del director de Clandestinos (1988), Madagascar (1994), La vida es silbar (1998), Suite Habana (2003) y José Martí: el ojo del canario (2010), entre otras, nos llega este año al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano La pared de las palabras.
La historia nos cuenta la vida de Luis (Jorge Perrugorría), un muchacho que desde su infancia padece una distonía y le resulta imposible comunicarse a través de las palabras o el lenguaje corporal. Con un elenco integrado por Isabel Santos, Laura de la Uz, Verónica Lynn y Carlos Enrique Almirante, entre otros, esta película nos propone una reflexión sobre lo difícil que es el fenómeno de la comunicación humana, el dolor y el sacrificio.
Fernando, ¿qué tiene de nuevo esta película, además de la historia que nos propone?
La pared de las palabras es una película que realicé de manera independiente; es mi primera experiencia en ese sentido y era algo que quería hacer desde hace mucho tiempo. Me gusta trabajar con los jóvenes, y no es que hacer este tipo de producción sea exclusivo de la juventud, pero sí tiene que ver mucho con ellos.
Yo acabo de cumplir 70 años y quise lanzarme a este río para probar también en la práctica lo que uno defiende en la teoría y ha sido, en ese sentido, una experiencia muy enriquecedora.
La trama de la película es un poco atípica. ¿Cómo llega esta historia a usted?
Es un filme que considero muy personal, como todas las películas que he hecho, pero esta particularmente requiere del espectador un estado de ánimo especial para verla. No porque sea muy complicada desde el punto de vista de su lenguaje, la considero clásica desde el punto de vista narrativo, pero sí por lo que muestra hay que estar un poco preparado y decidir que uno quiere ver una película así.
Gran parte del filme ocurre en una institución psiquiátrica, hay pacientes discapacitados y esa es una realidad que a veces no resulta agradable de ver.
Pero tengo muchas expectativas como siempre, y me agrada que sea en el Festival la presentación, aunque me hubiera gustado un estreno más tranquilo en los cines y no en el maratón festivalero. Incluso, me hubiera gustado hacer un recorrido con el filme por todas las provincias y, por último, llegar a La Habana, pero ese plan queda para el próximo año entonces.
¿Por qué decide dar el paso a la producción independiente?
La vida me lo dio así, era el momento de lanzarme a hacer una película independiente y el tema que tenía era ese. La historia llegó porque Jorge Perugorría, el actor protagonista, me llamó y a él le debo la película.
Perugorría me presentó el guión de Zuzel Monné y yo lo leí, me interesó mucho el tema y después trabajé con ella una versión conjunta y ahí decidimos entre Jorge, Camilo Vives y yo, hacer una película independiente. Era el momento que yo sentía que debía hacerla y creo que el tema lo permitía, porque es una cinta contemporánea y no requiere inversiones en vestuario de época, en escenografías, que hubiesen complicado el proceso.
A su juicio, ¿cuáles son las ventajas de hacer películas independientes?
Yo creo que eso da para un tema largo. Nosotros los cineastas nos estamos reuniendo periódicamente en el Centro Fresa y Chocolate para discutir y plantear nuestros puntos de vista sobre las perspectivas del audiovisual cubano y, por supuesto, la necesidad de reconocer ya definitivamente la importancia y la presencia del cine independiente en Cuba.
Pero de ninguna manera esto quiere decir que se niegue la producción de la industria; solo que son dos maneras de producir que enriquece la filmografía del país, porque se diversifica y la diversidad siempre enriquece.
Y, ¿cómo le fue a usted en este modo de producción?
La experiencia particular de filmar de manera independiente fue muy positiva, porque fue muy fluida. Primero éramos un equipo muy reducido, compuesto por casi la mitad de profesionales jubilados pero con mucho entusiasmo, y de jóvenes emprendedores, con mucho entusiasmo también, y lo que predominaba era la necesidad de resolver y la flexibilidad.
Con el cine independiente empieza uno a saltarse procesos institucionales que, a veces, complican y retardan las dinámicas de producción.
Pero nuestra aspiración es que el audiovisual cubano logre reafirmarse en la producción independiente, en la existencia de un instituto de cine más flexible y dinámico, y que exista una ley de cine que regule, no que controle la producción independiente.
(Tomado de Sitio Oficial del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano)