jueves, 11 de diciembre de 2014

El regreso de Fátima




Por Adriana Zamora

Jorge Perugorría ha hecho un filme interesante a partir de un cuento de Miguel Barnet lleno de estereotipos.

Hace algunos años, cuando leí el cuento "Fátima o el Parque de la Fraternidad", de Miguel Barnet, no me entusiasmó demasiado. Consistía en un monólogo demasiado largo de una prostituta travesti en La Habana, estereotipada a más no poder, reiterativa y hasta afectada en ocasiones. Aunque no se puede acusar a Barnet de escribir mal, al cuento le sobraban páginas y a Fátima, la protagonista, le sobraba histeria.

Al ver en la cartelera del 36 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano que Jorge Perugorría presentaba una película basada en el cuento, me pregunté: "¿Qué habrá hecho Pichi con el texto? ¿Será su Fátima como la de Barnet o logrará sacarla del estereotipo?".

La proyección en el cine Chaplin estuvo precedida por unas palabras del director de la película, quien agradeció al ICAIC, al Festival y a todo el equipo de realización. Luego, Carlos Enrique Almirante, el protagonista, dedicó su actuación a su padre, el actor Enrique Almirante. Estas palabras conmovieron a un auditorio de colegas, pues fue escaso el público no acreditado que alcanzó a entrar en la sala.

Ver la película despejó mis dudas. El guión de Fidel Antonio Orta, la dirección de Perugorría y, sobre todo, la actuación de Carlos Enrique Almirante, entregaron al público cubano una Fátima más humana, cercana y hasta entrañable.

El texto de Fidel Antonio Orta no pudo prescindir de la narración en off de Fátima, ni de los soliloquios de esta frente a la foto del amante ausente. Era de esperar, dado que el cuento de Barnet tiene demasiadas divagaciones y convertirlas en acción dramática era una tarea titánica de la que Orta salió bastante bien parado, pese a todo.

La dirección de Perugorría apostó por la naturalidad y por la importancia de algunos detalles que dieron vida y veracidad a la obra. Detalles de caracterización, como el póster de Rosita Fornés en la pared de Fátima o las chancletas rojas con floripondio que usa para irse a bañar al aseo comunitario. Detalles de ambiente como el telón de fondo del bar de travestis La Potajera de Bejucal, hecho con pomos plásticos de litro y medio. Detalles que dicen más que los parlamentos, como cuando Manolito (Fátima) le anuncia a su amiga La Gorda que decidió dedicarse a la prostitución y mientras lo dice, tras el buró donde ella trabaja se lee un cartel de esos tan comunes en la propaganda revolucionaria: "Creemos en el futuro".

Las escenas de sexo son otro punto que llama la atención en el guión y la dirección de la película. Pudiera parecer que no las hay, pero sí. Lo que ocurre es que, besos apasionados aparte, las imágenes de sexo son sustituidas por escenas con gran carga de erotismo. ¿Qué podría ser más sexual que dos jóvenes semidesnudos cabalgando sobre el lomo de un mismo caballo? ¿O que dos hombres bailando a solas una rumba donde uno vacuna al otro?

Carlos Enrique Almirante en su caracterización de Fátima, siguió la misma línea de naturalidad planteada por el director. Es muy común en Cuba escuchar a la gente decir, refiriéndose a un travesti: "Quiere ser tan femenino que es más mujer que las mujeres". La Fátima de Almirante está alejada de esa línea que se asocia con el estereotipo del travesti, exagerado y hasta grotesco. Fátima no es un hombre imitando a una mujer, es una mujer que nació por error dentro del cuerpo de un hombre. Cuando habla por teléfono, cuando conversa con su amiga en el balcón, cuando se pone crema en la cara, la Fátima de Almirante es femenina, sin necesidad de estridencias. Sigue siendo devota, obsesionada con las monjas y los ángeles, admiradora de Lady Di, enamorada hasta la muerte de un hombre que la prostituye en su beneficio y aún fuera del país sigue explotándola. Sin embargo, la Fátima de Almirante y Perugorría es sensible donde la de Barnet podría ser sensiblera.

La película cuenta con otras interpretaciones de lujo: Broselianda Hernández es la madre de Manolito­-Fátima, una mujer amorosa y sencilla, abusada por su marido y defensora de su hijo. Es tan simple que, teniendo dinero para comer, solo sueña con carne de puerco y congrí. "¡Aceitunas!", dice extrañada. "Mousse de chocolate... ¿qué es eso?"

Néstor Jiménez, también está brillante en su papel del padre alcohólico, homofóbico y violento.

Tomás Cao interpreta a Vaselina, el amante y chulo que usa a Fátima y mantienen una relación apasionada y contradictoria.

Mirtha Ibarra es La Gorda, amiga de Fátima, que representa el mejunje que es la espiritualidad criolla. "Si nos vamos a quedar en este país hay que meterle a todo", declara.

Bien las amigas travestis de Fátima, interpretadas por Cucú Diamantes y Jazz Vila, personajes llenos de simpatía.

Pequeño, pero contundente, el personaje del camionero de Patricio Wood, una representación del prejuicioso hombre cubano que disfruta el cuerpo de Fátima, pero le aterra que alguien se pueda enterar de su "desliz". Un hombre que pasa de la frase "No hay miedo" a "Yo nunca había hecho esto" con una naturalidad que espanta.

En el caso del piloto interpretado por René de la Cruz Jr., nos enteramos de que es valenciano porque lo dice la voz en off, pues las "zetas" que le parecen tan simpáticas a Fátima el actor nunca las pronuncia.

No se pueden pasar por alto las situaciones que son, en esta película, una crítica implícita a la sociedad homofóbica que vivimos. Que un jefe tenga que "convencer" a sus empleados de que un profesional perfectamente calificado y homosexual tiene derecho a trabajar en una empresa, habla de la discriminación social. También está el padre, que pega a su hijo y le exige: "Baja la manito y coge la cuchara como un hombre". La frecuencia con que los travestis tienen que prostituirse para sobrevivir o mejorar su situación económica queda clara en la frase de Fátima: "Homosexual, travesti y jinetera... La Santísima Trinidad". Se deja ver también la impunidad de la policía para "cargar" a estas prostitutas para la estación, en una nombrada Operación Pluma.

Una crítica fuerte y dolorosa por su recurrencia en nuestra sociedad es la que atañe a la doble moral, representada por el personaje del camionero: Esos hombres que se presentan a sí mismos como "machos heterosexuales" y, al tener sexo con un homosexual, comienzan por justificarse diciendo que fue su primera vez, para terminar con amenazas tan fuertes como: "Cuidadito con conocerme por ahí si no quieres conocer el peso de mi camión".

Fátima o el Parque de la Fraternidad resulta una película interesante, que logra sacar partido favorable de un texto literario, de magníficos actores, de una banda sonora producida por Ernán López Nussa y de una visualidad presidida por una Habana en ruinas que sigue siendo hermosa a pesar de todo. Esta versión cinematográfica desempolvó un personaje y una historia que podía haberse quedado en aquel cuento demasiado largo, pero no fue así. De manera que puede decirse sin problemas: Bienvenida de regreso, Fátima.