Amor crónico, el más reciente estreno del cine cubano, sigue la gira nacional de la cantante cubanoestadounidense Cucu Diamantes
Frank Padrón / 29-07-2012 / 15:02 / Trabajadores
Documental ficcionado o viceversa, Amor crónico, el más reciente estreno del cine cubano, sigue la gira nacional de la cantante cubanoestadounidense Cucu Diamantes, mientras se erige en sui géneris homenaje al cine insular.
La dirección corrió a cargo de Jorge Pichy Perugorría (Fresa y chocolate), actor que ya se colocó tras las cámaras junto a su colega Vladimir Cruz en un largo de ficción (Afinidades) aunque antes lo había hecho junto al cineasta Arturo Sotto en el documental Habana Abierta, sobre el prestigioso grupo musical.
Esta vez une de algún modo ambas experiencias, y mientras expone algunos de los momentos en los teatros provinciales visitados por la artista, también crea cierta historia fictiva con el fan Guarapo, enamorado platónico de ella, quien se imagina a ambos estelarizando videosclips donde también se homenajean momentos significativos de la música y del cine nuestros.
Hablando de esos últimos, abundan las citas y referencias: películas cubanas como Memorias del subdesarrollo, La muerte de un burócrata, Alicia en el pueblo de maravillas, Lista de espera, Miel para Oshún o la propia Fresa… aparecen mediante instantes o escenas que, echando mano a la parodia o la paráfrasis se insertan de modo suficientemente orgánico al relato, no así ciertos diálogos y momentos —sobre todo del “romance”— que se antojan un tanto forzados, reiterativos y/o superfluos.
Cucu Diamantes es una cantante que domina la escena, se manifiesta en ella con sensualidad e irreverencia saludables, y se pasea por varios géneros de una sonoridad que expresa sus raíces tanto habaneras como neoyorquinas —como gusta de repetir, acaso también en exceso— trabajando con enjundia lo mismo el bolero, el son y la rumba, que ciertos elementos del patrimonio estadounidense devenido internacionales (jazz, rock) o de la salsa, e incluso ciertas confluencias interculturales que enriquecen ambos tron(c)os musicales; lo cual acentúa la sólida banda que la acompaña, enriquecida por el aporte de grandes talentos de acá que fungieron como artistas invitados.
Todo ello nos hace perdonar a la intérprete evidentes problemas de dicción, y una como rigidez a la hora de interpretar que endurece a veces en demasía la entrega; la gira resultó, de cualquier modo, un reencuentro de raíces, dada la indudable empatía que estableció con el público cubano, léase tanto el de provincia como el capitalino, algo que el filme potencia con una inteligente labor en el empleo de las cámaras, la edición, las luces y el sonido, particularmente en las muchas escenas que recogen momentos de las actuaciones en los teatros. Y hablando de actuaciones, vale resaltar no solo a los protagonistas de la historia central (junto a Cucu aparece Liosky Clavero como Guarapo, en un desempeño simpático y desenfadado) sino a destacadísimos actores que se suman a los referidos homenajes, a veces con meros cameos, pero suficientes para lograr a plenitud tal objetivo: el propio Pichy, Luis Alberto García, Néstor Jiménez, Broselianda Hernández, Laura de la Uz, Mirta Ibarra, Alberto Pujols, Mario Limonta…
Tenaz en una recurrencia del cine cubano (la emigración, los viajes de “ida y vuelta”, los reencuentros…) al que se reverencia partiendo de varios de sus títulos emblemáticos; testimonio de la gira exitosa de una artista respetable; road movie original que una vez más difumina barreras de géneros artísticos ensanchando, sobre todo, las fronteras del documental, Amor crónico es una significativa experiencia del cine cubano contemporáneo.