viernes, 21 de marzo de 2014

Tarde para Ramón. Diálogo con Jorge Perugorría.

Por Jesús Dueñas Becerra

Tarde para Ramón es el título del cortometraje de ficción que, con guión y dirección del escritor y realizador Daniel Chile, tuviera su premier en el capitalino multicine Infanta.

Dicho audiovisual, producido por Ediciones Mirapaká, y protagonizado por el primerísimo actor Jorge Perugorría, relata los conflictos filiales que acontecen entre un padre, chofer de taxi, y su hija, quien lo acusa de ser el responsable directo del deceso de su progenitora.

Si bien los peritos y los tribunales competentes determinaron que Ramón era inocente del homicidio que supuestamente se le imputaba, su pequeño retoño, quien presenció la escena en que los padres discutían al borde de la escalera donde se produjo el accidente letal, siguió pensando que el progenitor la había lanzado al vacío.

Una vez adulta, y distanciada física, afectiva y espiritualmente de la figura paterna, a quien no logra perdonar, decide marcharse del país para paliar el trauma psíquico sufrido durante la infancia, y que no es más que un escape de sí misma, porque la evocación de ese trágico suceso, erróneamente interpretado por ella, la perseguirá durante toda su vida… a donde quiera que vaya.

Ramón, después de sortear innumerables dificultades (fue asaltado por un delincuente, el carro se le averió, un orate que se presentó como mecánico, y no lo era, casi le destruye el taxi), para llegar a la terminal aérea con el firme propósito de despedirse de su idolatrada hija, quien —visiblemente molesta por la presencia del padre en el aeropuerto— lo condena con una sentencia irrevocable: «jamás te voy a perdonar lo que le hiciste a mami».

En Tarde para Ramón llama la atención la gran capacidad de síntesis que caracteriza al novel realizador y director, así como la inteligencia global y emocional que posee, para movilizar afectiva y espiritualmente al auditorio, y consecuentemente, engancharlo con la breve historia que narra en imágenes, signadas por el dinamismo, desde una óptica estético-artística de excelencia. Eso tiene un nombre: profesionalidad, la cual depende no solo de los conocimientos teórico-conceptuales y prácticos adquiridos por el joven cineasta en las aulas de la Universidad de las Artes, donde cursara estudios superiores, sino en la «dosis exacta» de amor y pasión (dos caras de la misma moneda), que entrega en todas y cada una de sus creaciones audiovisuales.

Por otra parte, reiterar la maestría artístico-profesional que identifica a Jorge Perugorría en las tablas de un teatro, ante las cámaras de televisión o en el set de filmación, deviene una bofetada en pleno rostro a la inteligencia de los amantes de esas disciplinas artísticas, ya que el multilaureado actor se consagra en cuerpo, mente y alma al noble ejercicio de las artes escénicas, ya sea en el desempeño de un papel protagónico o secundario, o como director de un filme, con la sencillez y la humildad, que —entre otros rasgos personográficos— lo distinguen, tanto en el medio donde desenvuelve sus actividades habituales, como fuera de él.

El resto del elenco actoral supo adaptarse muy bien al efímero papel que le fuese asignado por Daniel Chile en ese cortometraje, donde toda la acción dramática descansa en el personaje protagónico, y cuyo tempo cinematográfico le hace honor al género en que incursionara con éxito indiscutible, ya que la proyección de Tarde para… no excedió los veinte minutos en pantalla. En consecuencia, dejó al espectador con la misma sensación de desconsuelo que experimenta un escolar cuando le arrebatan de la boca un bombón que se ha hecho la ilusión de saborear.

Conversación formalmente informal con Jorge Perugorría


Conocí, hace más de veinte años, en la casa de un amigo común (lamentablemente fallecido), a Jorge Perugorría, más o menos en la misma época en que se estrenó, en las salas oscuras capitalinas, el multilaureado filme Fresa y Chocolate, dirigido por el maestro Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996), y nominado al Premio Oscar en 1995.

En el también cineasta y artista de la plástica se destacan —entre otras cualidades caracterogénicas— la sencillez y la humildad, que suelen verse muy poco en actores o actrices que han alcanzado cierta popularidad en la pequeña pantalla o en el séptimo arte.

Jorge ha alcanzado la fama (con mayúscula), y sin embargo, es uno de los artistas más sociables y con mejores relaciones interpersonales que he conocido, hasta ahora, en el mundo del espectáculo.

Con apoyo en esas características de personalidad, decidí dialogar unos minutos con el multipremiado actor en el lobby del multicine Infanta, donde se estrenó el cortometraje de ficción Tarde para Ramón.

¿Qué significa para usted haber interpretado el papel protagónico de Tarde para Ramón y haber trabajado con el director Daniel Chile?

Ante todo, quiero agradecerle sinceramente a Daniel que me haya seleccionado para desempeñar el papel protagónico de ese cortometraje, que narra los graves conflictos padre-hija, como consecuencia de una percepción distorsionada, pero comprensible, de una dolorosa realidad que los marcó para siempre a los dos.

Trabajar con Chile fue para mí un privilegio. Es un director muy joven (tiene la edad de uno de mis hijos), pero lo caracterizan muchas virtudes: preocupado, respetuoso con la labor que desarrolla el equipo técnico-artístico que lo secunda en el set, serio, responsable, atento a los más mínimos detalles que puedan facilitar u obstaculizar el buen desenvolvimiento de la filmación; y en especial, disfruta todo lo que hace en el campo de la creación audiovisual. Fue un verdadero placer.

¿Podría explicar, con pocas palabras, qué escena de ese cortometraje le dejó una huella indeleble en la mente y en el alma?


Después de tantas situaciones tragicómicas que atravesara Ramón para llegar a la terminal aérea y poder despedirse de la hija, recibir un rotundo rechazo por parte de ella, acompañado de la frase de que nunca lo perdonaría por lo que le había hecho a la madre, es algo que —como padre amantísimo que soy— caló muy hondo en lo más sensible de mi ser. Creo que una reacción similar a esa dejaría, en cualquier padre, secuelas emocionales y espirituales imborrables […], porque es un dolor moral que no hay calmante que lo alivie.

Si usted me permite cambiar de tema, ¿qué podría comentarles a los/as lectores/as acerca de la reciente producción audiovisual: Fátima o el Parque de la Fraternidad, que usted dirige?

Mi penúltima cinta Fátima… analiza el tema gay, pero desde otra óptica mucho más actualizada. La trama se desarrolla en otro contexto, es otro personaje, totalmente diferente, por ejemplo, al Diego de Fresa y Chocolate. En síntesis, deviene otra mirada a la orientación sexual diferente.

Dicha película está basada, esencialmente, en un cuento del poeta, escritor y etnólogo, Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), que ganó el Premio Juan Rulfo, al igual que en el relato del escritor y periodista literario Senel Paz. Dicho relato inspiró —como todo el mundo conoce— la realización de Fresa y Chocolate.

¿Qué concepción estético-artística y ético-humanista sustenta el guionista de Fátima..., cuyo estreno se espera que acontezca, a principios de este año, en los principales cines de nuestra geografía insular?

Para el escritor Fidel Antonio Orta, la película constituye un canto al amor, a la diversidad, a la capacidad de resistencia de los seres humanos para no rendirse ante los obstáculos. Es lo que los psicólogos denominan resiliencia, o sea, la capacidad que posee el hombre para levantarse cada vez que resbala y cae ante los traspiés que la vida le pone delante.

De alguna manera […], Fátima... es un canto a la libertad de soñar y de tratar de hacer realidad lo que soñamos, aunque uno viva y se desenvuelva en un medio donde la hospitalidad […] puede llegar a los extremos (incomprensión, intolerancia, discriminación).

¿Podría explicar, en apretada síntesis, el argumento de dicho largometraje?

El filme cuenta la historia de Fátima, un joven campesino que abandona su pueblo natal para vivir como travesti en la capital cubana, donde tiene que afrontar dificultades u obstáculos, al parecer insalvables, porque trae consigo fardos demasiado pesados para poder levantar vuelo y escalar, como el águila, la cima de la montaña. Si lo logra o no, es una conclusión a la que debe llegar tanto el espectador como el crítico.

En su opinión, Fátima… ¿podría desencadenar algún tipo de polémica entre el público y la crítica?

Claro que sí. Es una película muy polémica. Estoy seguro que abrirá un amplio debate sobre el tema gay en nuestro archipiélago, donde las personas con orientación homoerótica habían sido excluidas o invisibilizadas durante las cuatro primeras décadas del Gobierno Revolucionario, pero que —en los últimos tiempos— han ido ganando espacio social gracias a una campaña —con enfoque eminentemente ético-humanista— llevada a cabo por el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), cuya directora, la psicóloga y sexóloga Mariela Castro Espín, ha realizado una loable labor al respecto.

Para finalizar, ¿qué podría comentar acerca del protagonista de Fátima…, el actor Carlos Enrique Almirante?

Como diría el viejito Pánfilo (Luis Silva), protagonista del espacio humorístico televisivo "Vivir del cuento", «esa es otra historia […], otra historia». No obstante, lo voy a complacer. Una vez realizado el casting correspondiente, decidimos seleccionar a Carlos Enrique para que desempeñara el papel protagónico, sobre todo por el carisma y la profesionalidad que lo distinguen en cualquier medio; virtudes que descubriera a través del paradigma que fuera para él su ilustre progenitor, el primerísimo actor Enrique Almirante (1930-2007), quien percibía el arte de las tablas como fuente nutricia de ética, humanismo y espiritualidad. ¿Satisfecho?