sábado, 19 de mayo de 2012
Perugorría en la Bienal de La Habana y con los zapatos de Liudmila
El pasado 10 de mayo, aproximadamente a las seis de la tarde, por la calle Reina, de La Habana, los capitalinos fueron testigos de un hecho insólito: un bicitaxi con forma de zapato de color rojo era manejado por el actor y pintor Jorge Perugorría, que llevaba como pasajeras a dos muchachas.
Buena parte del público identificó al protagonista de Fresa y chocolate; pero quizá no sabían que las jóvenes trasportadas en tan singular equipo eran Liudmila López Domínguez, Lud, y Sandra Pérez, las autoras del zapato ambulante.
Precisamente, uno de los proyectos de la Oncena Bienal de La Habana agrupa bicitaxis convertidos en piezas de arte que se trasladan por la ciudad mostrando la diversidad y calidad de los artistas cubanos. Pero el día al que me refiero, no solo ocurría un simple paseo en “zapato” sino que, en la galería La Moderna, se inauguraba la exposición Profundamente superficiales, una propuesta monumental lograda por Lud. Un total de 101 artistas intervinieron en igual número de diseños de zapatos propuestos por ella, y las solicitudes de creadores que no estaban en Cuba y ahora desean incorporarse continúan llegando.
Nelson Domínguez, Choco, Lesbia Vent Dumois, Roberto Diago, Flora Fong, Ángel Ramírez, Alicia Leal, Eduardo Abela, Perugorría y Lud, entre un centenar de artistas, fabricaron sus zapatos con la diversidad lógica de piezas que nacen de seres con cosmovisiones, estéticas y generaciones diferentes.
Cada obra es una expresión de la manera en que su hacedor ve y reinterpreta el mundo; pero, esta vez, esa lava creativa no va a un cuadro o escultura convencional, sino a un zapato, ese objeto casi tan viejo como el ser humano y que tiene una historia fascinante.
Al decir del crítico italiano Giuseppe Ussani d’Escobar “el zapato de Liudmila es también el arquetipo de lo femenino, la gran madre que custodia, protege, genera, al mismo tiempo que crea nuevas ideas y emociones, que se engrandecen hasta volverse sublimes e independientes”.
La artista, nacida en La Habana y criada en Santiago de Cuba, ha hecho del zapato un objeto inacabable en sus dimensiones estéticas. Los ha fabricado en bronce, en papier maché, en telas, los ha elaborado para exhibir en sus pies, en sombreros que han modelado sus amigas. Tanto ha jugado primero, y trabajado después, que el grabador Antonio Matorell la ha nombrado “la zapatera prodigiosa”.
En esta Bienal, Lud ha participado en otros proyectos: la exposición Haciendo presión integrada por 15 grabadores, en el complejo Morro- Cabaña, para rescatar esta técnica un poco olvidada yMurmullos, en la galería Primer acto del Teatro Hubert de Blanck, con dos cuadros y la participación de otras seis mujeres artistas, entre las que se encuentran Lesbia Vent Dumois, Alicia de la Campa, Lean Domínguez y Florena Ancona. Interviene, además, en otra muestra colectiva en el hotel Neptuno y junto con el fotógrafo Carlos Cairo inauguró A la sombra del burro en su estudio-galería Babalú Ayé.
Esta joven junto a las diversas técnicas que ejercita, tiene el mérito de ejecutar obras concebidas desde su grito de mujer. Ya sea un zapato, un grabado, un óleo o una escultura, la obra siempre tendrá una visión de género que con placer cultiva su autora.
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