sábado, 8 de mayo de 2010
Cucú Diamantes filma película "Amor crónico" en Cuba
La actriz y cantante Cucú Diamantes exaltó aquí la calidad de Los Muñequitos de Matanzas, mientras filmaba con ellos parte de la cinta de ficción que rueda paralelo a la gira musical que realiza por varias provincias. El actor Jorge Perugorría, director de la película, dijo que fue un sueño hecho realidad, aprovechando los conciertos por todo el país.
“Primero pensamos hacer un documental, pero después surgió la idea de filmar una historia de ficción paralela al viaje de ellos, donde el protagonismo es la música de Cucú y su viaje por la Isla”, señaló el protagonista de Fresa y chocolate.
La reacción del público ha sido estupenda y estamos felices, dijo Perugorría, al afirmar que será un filme del género musical.
En cada provincia se desarrolla una historia diferente y en Matanzas escogimos Los Muñequitos como representación de lo cubano, explicó.
Andrés Levín, esposo de Cucú y productor musical, confirmó que en cada provincia hay algo especial, y musicalmente traer a Los Muñequitos de Matanzas es la colaboración más importante de la película.
La música de Cucú es una fusión de muchos estilos, con elementos de cabaret, jazz, teatrales, música electrónica o modernas, con la idea de mostrarles al pueblo cubano otra perspectiva de la música, toda la puesta en escena, con una escenografía bonita, consideró. ”Todo nace del deseo nuestro de mostrar este repertorio en Cuba para el pueblo cubano y eso evolucionó de un show a una película”, añadió Levín. Fuente PL.
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viernes, 30 de abril de 2010
Cucu Diamantes de gira por toda Cuba. ¡Bienvenidos a Cuculand!
Dirigida por el actor y artista de la plástica Jorge Perugorría, Pichi, este jueves se presentó en Bayamo la cantante Cucu Diamantes, como parte de la gira que actualmente realiza por toda la isla.
Según la cantante, esta gira constituye un anhelado encuentro con su pueblo, al cual se ha propuesto entregar esa loca manera de componer y de cantar expresamente contenida en su primer disco (CD) en solitario titulado Cuculand, el que también promocionará durante este periplo de diez días.
Incentivada por Pichi, Cucu Diamantes realiza este trayecto por las capitales de la mayoría, de las provincias cubanas, con presentaciones casi diarias. “El show tiene como nombre ¡Bienvenidos a Cuculand!, y concluirá con un gran espectáculo en un teatro de La Habana. El conocido actor de filmes tan populares como Fresa y chocolate, Guantanamera y Lista de espera, es el director artístico de la gira, durante la cual filma este suceso junto con un equipo de realizadores del ICAIC, con el fin de realizar un documental.
El creador Agustín Bejarano, a solicitud de Perogurría y Cucu, tuvo a su cargo la realización de la escenografía consistente en la realización de un enorme zapato “de puyas”, de más de tres metros de largo por dos de alto y más de uno de ancho, similar a los que utiliza la cantante en sus presentaciones, proyecto que se inserta dentro de las recientes realizaciones escultóricas del artista recreadas en esta prenda del vestir femenino.
Cucu nació en Cuba hace algún tiempo —no mucho, aclara—. Casi adolescente se fue a Italia a estudiar Historia del arte, y también Restauración. “Hice coros en un grupo de salsa en Roma, no me pagaban nada pero me sentía en lo mío, que era la música. Después me fui a vivir a Nueva York, y me dediqué por completo a la música. Conocí a varios músicos latinos y en el año 2001 creamos el grupo Yerba Buena, que promueve una música funk abierta a múltiples influencias, desde el flamenco y el tango, hasta los ritmos ancestrales africanos y la cumbia. Es fusión absoluta, como lo es, socialmente, Nueva York”, subrayó.
Desde el año 1991 reside en Manhattan. “Soy isleña por naturaleza. Nací en una isla y vivo en otra. Los isleños no podemos vivir en tierra firme. Yo le llamo La República de Manhattan, porque allí viven emigrantes de todo el mundo, existe una integración muy linda. La tolerancia y el respeto de cada habitante de la famosa isla hacia las múltiples culturas que allí coexisten es admirable”.
Para esta aparentemente frágil muchacha, que prefiere cantar en español, a pesar de su perfecto dominio del inglés; “actuar en Cuba es un reto. Nunca he dejado de viajar a La Habana, vengo frecuentemente a visitar mi familia. Ahora tengo oportunidad de presentar mi música ante mi pueblo, y quiero hacerlo con las canciones que he compuesto desde mis raíces afrocubanas y con la influencia de los mejores exponentes de la música de este país”.
Asegura que en su formación musical también influyó la extraordinaria tradición del cabaret existente en Cuba, donde se entremezclan estilos y proyecciones artísticas que van desde la más sublime espiritualidad romántica y el kitsch, hasta fuertes expresiones de folclore, circo, y lo auténticamente popular.
Según la cantante, esta gira constituye un anhelado encuentro con su pueblo, al cual se ha propuesto entregar esa loca manera de componer y de cantar expresamente contenida en su primer disco (CD) en solitario titulado Cuculand, el que también promocionará durante este periplo de diez días.
Incentivada por Pichi, Cucu Diamantes realiza este trayecto por las capitales de la mayoría, de las provincias cubanas, con presentaciones casi diarias. “El show tiene como nombre ¡Bienvenidos a Cuculand!, y concluirá con un gran espectáculo en un teatro de La Habana. El conocido actor de filmes tan populares como Fresa y chocolate, Guantanamera y Lista de espera, es el director artístico de la gira, durante la cual filma este suceso junto con un equipo de realizadores del ICAIC, con el fin de realizar un documental.
El creador Agustín Bejarano, a solicitud de Perogurría y Cucu, tuvo a su cargo la realización de la escenografía consistente en la realización de un enorme zapato “de puyas”, de más de tres metros de largo por dos de alto y más de uno de ancho, similar a los que utiliza la cantante en sus presentaciones, proyecto que se inserta dentro de las recientes realizaciones escultóricas del artista recreadas en esta prenda del vestir femenino.
Cucu nació en Cuba hace algún tiempo —no mucho, aclara—. Casi adolescente se fue a Italia a estudiar Historia del arte, y también Restauración. “Hice coros en un grupo de salsa en Roma, no me pagaban nada pero me sentía en lo mío, que era la música. Después me fui a vivir a Nueva York, y me dediqué por completo a la música. Conocí a varios músicos latinos y en el año 2001 creamos el grupo Yerba Buena, que promueve una música funk abierta a múltiples influencias, desde el flamenco y el tango, hasta los ritmos ancestrales africanos y la cumbia. Es fusión absoluta, como lo es, socialmente, Nueva York”, subrayó.
Desde el año 1991 reside en Manhattan. “Soy isleña por naturaleza. Nací en una isla y vivo en otra. Los isleños no podemos vivir en tierra firme. Yo le llamo La República de Manhattan, porque allí viven emigrantes de todo el mundo, existe una integración muy linda. La tolerancia y el respeto de cada habitante de la famosa isla hacia las múltiples culturas que allí coexisten es admirable”.
Para esta aparentemente frágil muchacha, que prefiere cantar en español, a pesar de su perfecto dominio del inglés; “actuar en Cuba es un reto. Nunca he dejado de viajar a La Habana, vengo frecuentemente a visitar mi familia. Ahora tengo oportunidad de presentar mi música ante mi pueblo, y quiero hacerlo con las canciones que he compuesto desde mis raíces afrocubanas y con la influencia de los mejores exponentes de la música de este país”.
Asegura que en su formación musical también influyó la extraordinaria tradición del cabaret existente en Cuba, donde se entremezclan estilos y proyecciones artísticas que van desde la más sublime espiritualidad romántica y el kitsch, hasta fuertes expresiones de folclore, circo, y lo auténticamente popular.
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viernes, 19 de marzo de 2010
Jorge Perugorría en entrevista con Amaury Pérez
El más internacional de los actores cubanos, Jorge Perugorría, no puede desprenderse de su Patria, por más lejos que viaje. Se lo ha confesado a Amaury Pérez, durante una de las entrevistas que el cantautor graba en los estudios del ICAIC de Prado y Trocadero, para el programa de próxima salida por la televisión cubana, “Con 2 que se quieran…”
A punto de terminar una hora de diálogo dinámico y divertido, Amaury le preguntó si durante sus numerosos viajes al extranjero quisiera llevarse a Cuba consigo o dejarla al cuidado de los amigos, y el actor no demoró un segundo en responder: “Me llevo a Cuba conmigo dondequiera que voy.” Y contó cómo pone lo mismo a un europeo que un sudamericano o a un japonés, a comer frijoles negros, a jugar dominó, a bailar con Van Van…
Cuba, la fidelidad, sus barrios, su familia, sus amigos, la actuación, la pintura,¡¡¡el cine¡¡¡¡¡, desfilaron por la conversación entre ambos artistas con una naturalidad y unas definiciones impresionantes, sentando desde el principio la certeza de que este hombre no es un solo el intérprete de muchos de los más importantes protagónicos del cine que se hace en Hispanoamérica: tiene conceptos muy claros sobre casi todos los asuntos de la vida, a la que le gusta definir en los términos de un loco que se topó por Galicia.: “La vida nos vive”.
Según Perugorría eso pasó con él. La vida y la relación con sus amigos, lo han llevado a casi todo lo que ha hecho con indiscutible éxito y declarado placer: desde la actuación, que comenzó haciendo extras en las Aventuras de la televisión y donde por poco pierde la vida, hasta la dirección de cine que ahora lo pondrá otra vez junto a Vladimir Cruz en un filme de ficción, ambos frente y tras las cámaras.
De la televisión habla con cierto tono de angustia por la calidad que ha perdido, entre carencias y dificultades, pero hay más ilusión que desesperanza cuando recuerda los intentos en que participó, en los años más duros del Periodo Especial, por hacerla mejor.
“Lo primero que tiene que rescatarse es gente de talento, convocarlos…” Pero aclara: “Yo me divorcié de la televisión porque empecé una carrera en el cine que no me imaginaba y no he parado desde entonces.”
“Boceto”, un mediometraje experimental de Tomás Piard y no “Fresa y Chocolate”, marca la entrada de Perugorría al cine, después de un tránsito de lujo por el teatro con Humberto Rodríguez, Eugenio Hernández Espinosa y Carlos Díaz, director de El Público, grupo desde el que se innovó con osadía en las más concurridas puestas de hace un par de décadas.
Carlos lo botó temporalmente del grupo mientras hacían la inolvidable trilogía de teatro norteamericano, después que el actor protagonizó una exhibición colectiva de nalgas masculinas en una subida del telón al cierre de “Te y simpatía”.
De ahí su familiaridad con el desnudo que “siempre es difícil, pero para nosotros era parte del espíritu trasgresor de todo lo que hacíamos”.
“Fresa y Chocolate, un tema que me acompaña”. Con esa frase medio lezamiana, respondió el actor a la pregunta con que Amaury, más que poner una interrogante quiso pedírsela: “¿Qué podríamos agregar que no se ha dicho?”
Perugorría, sin embargo, no se conformó con explicar por qué esa película le cambió la vida -él y su esposa por poco no pueden entrar al estreno porque nadie los conocía y casi no pueden salir por el asedio de un público transformado-; sino que prefirió destacar cómo, a partir de ella, se modificaron las percepciones internas y externas sobre el polémico tema y sobre el país.
“Conocemos todo lo que nos aportó dentro en cuanto a tolerancia y respeto a la diferencia, pero hacia fuera oxigenó nuestra imagen. Le dio al mundo una visión llena de matices de lo que es la sociedad cubana…y eso fue a principios de los 90…” “A mí me llena de orgullo.”
Pero junto a la rotunda certeza de que hacían algo tremendo, el actor recuerda que las necesidades de aquellos años lo obligaron a criar un puerco para alimentar a la familia. Cada noche, al terminar las grabaciones, corría al Lawton donde vivían entonces, para darle de comer a su puerquito. Al otro día las maquillistas tenían que pulirle una y otra vez las uñas para que lucieran como las del exquisito Diego.
“Yo estaba engordando mi puerco, pero con la conciencia de que el proyecto en el que trabajábamos era una película necesaria.”
Luego insiste: “Mi vida cambió esa noche en el cine Carlos Marx en que lloré como un espectador más.”
Pero Amaury insiste, quiere saber cómo lo trataba la gente en la calle después de hacer el papel de un gay tan desafiante. Perugorría, que siempre ha sido un tipo de barrio, de los que no faltan en las mesas del dominó y hacía colas enormes para comprar una cerveza que le viraba el estómago al revés y que prometía no volver a tomar hasta que regresaba la pipa a Lawton, recuerda que algunos de los más duros dijeron: “qué va, él tiene que ser maricón…” Pero de ahí no pasó la fobia.
“Todo se lo debo a Fresa y Chocolate”, dice otra vez, cuando Amaury pregunta cómo se las ingenia para manejar los acentos de las diferentes lenguas en las que ha tenido que actuar bajo directores diferentes. “En Brasil dije que no hablaba portugués y me dijeron: no importa, ven. Antes de mi llegó Fresa y Chocolate.”
Como cualquier joven cubano, Perugorría falsificó credenciales para ver las películas de los festivales latinoamericanos de La Habana, su primera ventana hacia los países a los que luego viajaría para hacer protagónicos inesperados, como el Goya de Bigas Luna, la película que propició su reencuentro con la pintura, primera expresión artística en la que se involucró durante sus inolvidables años de vida en el Wajay, donde fue el hijo de padres divorciados, criado por la abuela, mientras la madre trabajaba horas y horas voluntarias, como tantas madres de esa época linda en que trabajando se ganaba todo, desde un refrigerador hasta una casa y el país entero estaba contagiado con eso.
Desde la humildad del Wajay, barrio de la periferia donde habitan los primeros recuerdos de una infancia maravillosa en que una vecina llamada María Luisa lo bautizó como Pichy para toda la vida, por razones que conocerán cuando se trasmita la entrevista; Amaury hizo viajar a Perugorría hasta sus orígenes y el que parece su destino: la casa con todas las comodidades que su carrera le ha permitido tener en Santa Fe, tan cerca del mar como siempre quiso, en sintonía con su raíz de habitantes de cayos en el oriente del país.
Y ese viaje pareció sellar el nacimiento de una amistad entre “dos que se quieren” antes de encontrarse. Amaury supo elaborar y colocar muy bien sus preguntas hasta conseguir que en cada respuesta hubiera de todo, pero especialmente conceptos, que no citas de este o aquel pensador o cineasta, sino conceptos muy propios y absolutamente necesarios, de alguien que no se ha conformado con hacer arte, lo ha pensado, repensado y trabajado para sostenerlo y mejorarlo.
Extractado de Cubadebate, 25 Enero 2010
viernes, 12 de febrero de 2010
El Cazador de Dragones
lunes, 4 de enero de 2010
Seguiré haciendo cine cubano y trataré de ayudarlo y promocionarlo siempre
La habana. Amante y defensor del cine que se realiza en su país, Jorge Perugorría reconoce los problemas de una industria peculiar que depende en buena medida de las coproducciones.
En varias ocasiones ha manifestado que se siente comprometido con el cine cubano, ¿qué significa eso?
Significa que voy a seguir haciendo cine cubano mientras me llamen los directores y mientras pueda. Que siempre trato de promocionar el cine cubano y que trato de ayudar en lo que pueda.
Sin embargo, el cine cubano no tiene muchas opciones de salir al exterior...
Ése es el gran problema. Pero lo es en todo el mundo. Ahora se ha democratizado más la tecnología y gracias a eso se puede contar una historia con un presupuesto muy bajo pero después, ¿qué se hace con la película? De todos modos, para la gente joven en Cuba esto es una alternativa interesante porque pueden acceder a festivales y aunque no tengan garantizada la distribución, por lo menos, la gente puede conocerlos y tener apoyo en próximos proyectos.
¿En qué situación se encuentra el cine cubano hoy?
Se hacen alrededor de cinco o seis películas al año y otras tantas coproducciones. Diez o doce en total. Antes el ICAIC asumía todas las producciones pero con la caída del muro de Berlín los recursos fueron a menos y eso supuso una crisis en nuestra industria. Sin embargo, el boom de Fresa y chocolate hizo que la demanda aumentara y era cuando menos dinero había. En este momento se está recuperando. La gente joven está teniendo oportunidades de contar historias con este cine de bajo presupuesto.
¿Qué suponen las coproducciones para el cine en la isla?
Son fundamentales. De las coproducciones sale parte de los recursos que el ICAIC utiliza para hacer las películas propiamente cubanas. Y como experiencia también. Hay técnicos que tienen en su haber 80 ó 100 películas y eso siempre es enriquecedora. El cine cuesta aquí dos pesos cubanos, que prácticamente es nada, y una película cubana por mucho éxito que tenga es imposible que recaude lo que invierte. Así que una manera de garantizar eso es la coproducción. Además, se facilita el estreno en otros países y eso también posibilita que se recuperen parte de los ingresos.
¿Cómo ve a los jóvenes?
Hay mucho talento, con ganas de seguir contando historias, de seguir el camino de Gutiérrez Alea, Tabío, Pérez, Solá, el de ese cine cubano que incide y se inspira en la realidad cubana.
¿Cómo viven los cubanos el Festival de Cine de La Habana?
Lo interesante del festival es la relación que tiene con el público. La gente se vuelca y a los directores les gusta ver las colas que se forman para ver sus películas. El resto del año los cubanos acceden a otro tipo de programación y para ellos es una oportunidad de ver historias diferentes.
En varias ocasiones ha manifestado que se siente comprometido con el cine cubano, ¿qué significa eso?
Significa que voy a seguir haciendo cine cubano mientras me llamen los directores y mientras pueda. Que siempre trato de promocionar el cine cubano y que trato de ayudar en lo que pueda.
Sin embargo, el cine cubano no tiene muchas opciones de salir al exterior...
Ése es el gran problema. Pero lo es en todo el mundo. Ahora se ha democratizado más la tecnología y gracias a eso se puede contar una historia con un presupuesto muy bajo pero después, ¿qué se hace con la película? De todos modos, para la gente joven en Cuba esto es una alternativa interesante porque pueden acceder a festivales y aunque no tengan garantizada la distribución, por lo menos, la gente puede conocerlos y tener apoyo en próximos proyectos.
¿En qué situación se encuentra el cine cubano hoy?
Se hacen alrededor de cinco o seis películas al año y otras tantas coproducciones. Diez o doce en total. Antes el ICAIC asumía todas las producciones pero con la caída del muro de Berlín los recursos fueron a menos y eso supuso una crisis en nuestra industria. Sin embargo, el boom de Fresa y chocolate hizo que la demanda aumentara y era cuando menos dinero había. En este momento se está recuperando. La gente joven está teniendo oportunidades de contar historias con este cine de bajo presupuesto.
¿Qué suponen las coproducciones para el cine en la isla?
Son fundamentales. De las coproducciones sale parte de los recursos que el ICAIC utiliza para hacer las películas propiamente cubanas. Y como experiencia también. Hay técnicos que tienen en su haber 80 ó 100 películas y eso siempre es enriquecedora. El cine cuesta aquí dos pesos cubanos, que prácticamente es nada, y una película cubana por mucho éxito que tenga es imposible que recaude lo que invierte. Así que una manera de garantizar eso es la coproducción. Además, se facilita el estreno en otros países y eso también posibilita que se recuperen parte de los ingresos.
¿Cómo ve a los jóvenes?
Hay mucho talento, con ganas de seguir contando historias, de seguir el camino de Gutiérrez Alea, Tabío, Pérez, Solá, el de ese cine cubano que incide y se inspira en la realidad cubana.
¿Cómo viven los cubanos el Festival de Cine de La Habana?
Lo interesante del festival es la relación que tiene con el público. La gente se vuelca y a los directores les gusta ver las colas que se forman para ver sus películas. El resto del año los cubanos acceden a otro tipo de programación y para ellos es una oportunidad de ver historias diferentes.
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