Pasa un minuto, dos, tres. Nadie se levanta de su asiento. El público está, literalmente, viendo también los créditos, como si no quisiera aún marcharse de frente a La Pared...
Mientras los créditos del filme trepan la pantalla, la voz de Luisi– por primera vez escuchada luego de hora y media de trama– se alza en off para susurrar las palabras-anzuelo prendidas a la vida de seres como él. “Prohibieron, marginaron, negaron, rechazaron, callaron, encerraron, olvidaron…” se escucha en la oscuridad de la sala, y la gente aplaude primero y calla luego, en un silencio plomizo que dice muchas cosas.
Pasa un minuto, dos, tres. Aunque es tarde y probablemente no haya transporte para regresar a casa, nadie se levanta de su asiento. El público está, literalmente, viendo también los créditos, como si no quisiera aún marcharse de frente a La Pared…. O como si no tuviera fuerzas.
Fernando lo comentará al otro día, profundamente conmovido: “jamás me había sucedido eso con ninguna película mía, en ningún otro lugar; que todo el mundo se mantuviese sentado hasta el último letrero en pantalla, con tanto respeto. Le agradezco mucho a Camagüey ese gesto que me hizo tan feliz.”
Nosotros también le agradecemos mucho a él: el haber venido a pesar de las tantas horas de retraso del vuelo, el haber abandonado día y medio los compromisos hondos de su hogar por traernos la primicia de su película, el presentarla acá personalmente y decir: “Este es el estreno oficial de La Pared de las Palabras, aquí, esta noche, en el cine Casablanca”.
En su tiempo breve de estancia, la ciudad y su pueblo no le dieron descanso. De los diálogos múltiples entablados en Nuevo Mundo y el Callejón de los Milagros, y de alguna pregunta pellizcada al intermedio de su jueves en Camagüey, les comparto hoy algunas respuestas.
¿Qué llevó a Fernando a contar esta historia?
Yo en verdad nunca pensé hacer una película sobre este tema. Desde hace unos 16 años tengo una de mis hijas aquejada de problemas psiquiátricos y eso me ha enfrentado a vivencias que realmente no tenía intención de compartir, más que nada porque no me sentía capacitado para hacerlo. Pero un día llega Pichi (Jorge Perugorría) y me enseña un trabajo que había hecho una muchacha vecina suya (Zuzel Monné) y me dice “Fernando, esta película me suena a ti, si tú quieres hacerla yo te tengo un productor. Solo te pido que me dejes actuar el protagónico”. Leí el guión, que incluso no me gustó mucho en esa primera versión, pero sentí que la historia tenía una fuerza interior muy grande, algo que me sacudía. Entonces acudí a la escritora y le pedí licencia para personalizar el texto, y así fue que me metí como diez meses con él, rumiándolo, para luego lanzarme definitivamente a materializar el proyecto.
No hice esta película por mi experiencia personal, sino por intentar que los espectadores descubrieran ese mundo que este drama aborda, desde otra perspectiva. Con La Pared… quise ayudar a modificar la relación de la gente con esos otros seres tan incomprendidos; que entendieran que el suyo es un mundo con un orden distinto, frente al cual es uno quien tiene que modificar su postura.
Como director, ¿cuál fue su mayor apuesta en este filme?
La autenticidad. Desde un inicio sabía que esa era la búsqueda de la película, porque solo resultándole verídica al espectador, podía conmover hacia los destinos que yo esperaba.
Por eso fue tan importante el trabajo con los actores (Isabel Santos, Jorge Perugorría, Laurita de la Uz…), que considero la línea principal de La Pared…
… y por eso nos fuimos a filmar a una institución psiquiátrica de verdad, lo cual fue una dificultad desde el punto de vista organizativo y de producción (porque podíamos rodar cada día muy poco y en momentos específicos, para no interrumpir las dinámicas del hospital), pero supuso un enriquecimiento para el trabajo actoral, para sensibilizarlos a ellos y a todo el equipo respecto al mundo en que tratábamos de adentrarnos.
Y también por eso encuentras en el reparto a una actriz no profesional como Maritza, que es el único personaje no caracterizado, una muchacha síndrome de Down con una sensibilidad profunda que logró dotar al filme de una carga enorme de realidad. Recuerdo el día en que filmamos la escena en que ella besa a Pichi; cuando digo “corten” y me le acerco, la noto nerviosa y le digo, “bueno, Maritza, tranquilita, ya la escena quedó, cómo te sientes”; y ella me respondió: “es que es mi primera vez”. Era la primera vez que ella besaba a un hombre en los labios.
Siento que gran parte del éxito que pueda tener el filme se lo deberé siempre a la implicación física, emocional, psicológica tan grande de los actores con los que trabajé.
Luego de grandes atrevimientos como el de comenzar tu carrera con una historia de marcado corte político (Clandestinos), hacer una película desprovista de todo diálogo (Suite Habana) o encerrar en un filme la niñez del héroe nacional de este país (Martí, el ojo del canario); aún pareces dispuesto a correr riesgos. ¿Cuál fue el mayor que enfrentaste en esta nueva entrega?
El riesgo mayor en La Pared de las Palabras es que deliberadamente tratamos de marcar sus temas fundamentales (la locura, el dolor y los límites del sacrificio) sin ningún tipo de maquillaje, sin elementos expresivos que suavizaran esa realidad, de por sí, tan cruda.
La película es en extremo sobria y está totalmente desprovista de asideros que ayuden a liberar estéticamente su gran carga emotiva. Si te fijas, por ejemplo, no hay nada de música a lo largo de todo el filme. No queríamos que la gente canalizara sus emociones a través de los recursos, sino que se hundiera de fondo con la historia, hasta su fin.
Y es probable, yo lo entendería perfectamente, que un porciento alto de los espectadores no esté dispuesto a conectar con el filme a ese nivel que nosotros proponemos, porque es muy duro. Creo, y lo he repetido en múltiples ocasiones, que es una película que hay que tomar la decisión de ver, porque no es nada fácil de consumir.
Puede ser que las personas salgan de las proyecciones sobrecogidas o tensas, o que no les agrade lo que han visto, porque la realidad que se muestra no es linda y para colmo, está totalmente desprovista, desnuda. Es un riesgo que corrimos con La Pared… deliberadamente.
Sin embargo, mira que cosa tan curiosa, muchos suelen reírse en las escenas más dramáticas, sobre todo con el personaje de Laurita (quizá un poco porque su patología va asociada a realidades socio-políticas de nuestro país). Eso, aunque pueda parecer irrespetuoso, nos parece un logro grande. La risa suele ser un mecanismo de defensa cuando nos enfrentamos a cosas desconocidas o que escapan de nuestro control; entonces, si el público ríe en esas escenas, intuimos que es porque está viendo algo auténtico y reacciona tal cual.
La Pared es tu primer largometraje producido de manera independiente… ¿por qué, a estas alturas de la vida y con los favores ganados de la industria, apostaste por hacer cine de esta forma?
A los setenta años me he lanzado al río turbulento que es este fenómeno del cine independiente en Cuba porque creo firmemente que la parte más dinámica del audiovisual cubano se está haciendo hoy día de esa manera.
Esta nueva modalidad de producción (que es apenas eso, una nueva forma, no una negación ni oposición a la industria ya establecida), te permite no tener que esperar por nadie, desentenderte de papeles y de los lentos cauces de la burocracia fílmica, que se han convertido en una impedimenta a la creación en el ICAIC. Quitarte de encima esas camisas de fuerza retardadoras de los procesos es un gran alivio. Tú puedes evadir trabas y manejar tu producción sin que haya centralismos.
Este es un camino que han tomado sobre todo los jóvenes, porque es a ellos precisamente a quienes compete esa audacia. Pero yo, a pesar de mi edad y de que sigo sintiendo al ICAIC como mi casa, tuve a bien vivir la experiencia por aquello de mantenerme siempre en el camino de las búsquedas. Y te digo que me fue muy bien.
Creo sinceramente que debemos aspirar a que un fenómeno tan dinámico y que da respuestas a inquietudes creativas insatisfechas hoy por la industria fílmica, sea comprendido y reconocido legalmente en nuestro país.
Precisamente en esa lucha andan hace un tiempo ya un grupo de cineastas dentro de los que te encuentras. ¿Qué nos puedes contar del G20 y de los rumbos por los que anda la Ley de Cine en Cuba?
Mira, la cuestión es que el cine independiente se encuentra en un limbo, en total alegalidad. Existe y está allí, tan inevitable y real como un hongo florecido después de la lluvia; pero no tiene el reconocimiento que le podría dar personalidad jurídica. La relación del Estado con este tipo de producción siento que ha sido medio esquizofrénica, de negación en primera instancia; pero por suerte poco a poco ha ido abriéndose el entendimiento de las instancias que pudieran dar su aprobación definitiva.
El caso del llamado Grupo de los 20 o G20 se originó el 4 de mayo de 2013, cuando algunos cineastas decidimos espontáneamente congregarnos en el centro cultural Fresa y Chocolate, al correr rumores de que se había estructurado una comisión para dictaminar una Ley de Cine en Cuba. Sentimos que había que contar con nosotros para ese proceso y así hemos hecho, periódicamente, nos hemos reunido allí desde entonces para discutir entre todos los interesados, propuestas que enriquezcan esa ley en construcción.
Entendemos mejor que nadie la necesidad de regular, nunca controlar (que es muy distinto), la producción audiovisual nacional; y creemos que esa regulación debe contribuir a descentralizar no solo la producción, sino también la distribución y conservación de los productos. Hay muchos materiales nacionales, por ejemplo, que no se exhiben y no llegan a determinadas pantallas por una política editorial que no está clara, que pende de interpretaciones personales, circunstanciales.
Con los debates en el Fresa y Chocolate se ha logrado un diálogo productivo entre los creadores, el ICAIC y el Ministerio de Cultura; pero no es menos cierto que han transcurrido dos años y todavía no hay respuesta concreta. Se ha llegado a un documento con comunes acuerdos, pero nada todavía ha sido aprobado.
Viéndolo más ampliamente, pienso que esto debe ocurrir no solo para el cine y el audiovisual cubano, sino para toda nuestra sociedad. El hecho de que nuestro país esté estructurado como una pirámide centralizada ha hecho que en muchos aspectos la realidad que vivimos tenga esos mismos procesos retardadores, insolubles, burocratizados y poco dinámicos de que te hablé. Cuando haya mayor libertad de movimiento y espacio en todas las esferas para la iniciativa personal, veremos más desarrollo.
Fuente: www.adelante.cu