lunes, 11 de febrero de 2013

Jorge Perugorría: «Me he convertido en un hombre de cine»



Lunes, 11 Febrero 2013
Escrito por  Elizabeth López Corzo / Cubasí

Cuando me dieron el premio por Fresa y chocolate, se lo dediqué a los que, como Diego, habían tenido que irse de Cuba. 20 años después con Se vende, le dedico el Coral a los que nos hemos quedado.
 Jorge Perugorría es uno de los nombres más recurrentes del cine cubano. El Diego que interpretó en el filme Fresa y chocolate (Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío) lo catapultó, y actualmente es uno de los más reconocidos actores cubanos internacionalmente. Él es un hombre sencillo que vive al lado del mar con su familia y sus perros.

Desde hace unos años Pichi, como se le conoce, expandió sus fronteras en el arte, descubrió la pasión por la pintura y comenzó a dirigir cine. Su más reciente propuesta es Se vende, con la que ganó el Premio del público en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, en diciembre pasado, y que será estrenada en marzo de 2013 en Cuba.

Con el interés de conocer sobre sus proyectos actuales, Cubasí conversó con Perugorría.

El filme Se vende ganó recientemente el Premio de la Popularidad; ya habías ganado un Coral por tu actuación en Fresa y chocolate. ¿Cómo se siente eso?

Para mí es una alegría enorme tener dos Corales. A título personal, es un orgullo. Cuando me dieron el premio por Fresa y chocolate, se lo dediqué a los que, como Diego, habían tenido que irse de Cuba. 20 años después con Se vende, le dedico el Coral a los que nos hemos quedado. Eso es parte de la historia de la película, que habla de jóvenes que permanecen aquí luchando, trabajando y queriendo construir sus sueños dentro de la isla.

Siempre es una emoción un Coral porque el Festival de La Habana representa mucho para los que hacemos cine en Cuba, es parte de nuestra formación, de nuestro crecimiento.

Aunque todavía no he visto Se vende, por lo que he escuchado, es algo muy diferente a tu ópera prima, Afinidades. ¿Por qué te decidiste esta vez por la comedia?

Afinidades viene de las afinidades entre Vladimir y yo, que hemos tenido una relación profesional y de hermandad desde Fresa y chocolate. Con la idea de ambos de empezar a dirigir, juntamos fuerzas y resultó ese filme. En ese momento yo me puse en función de la historia que el Vlado quería contar, del cine que a él le interesa.

Luego hice Amor crónico, la gira de Cucú Diamantes en Cuba, su regreso a la isla, que se parecía mucho al documental que yo había hecho de Habana Abierta, también sobre el retorno de esos músicos aquí. Lo hice de la forma en que a mí me gusta abordar el audiovisual: con homenajes al cine cubano y a directores como Titón, Tabío, Humberto…, a quienes les debo tanto.

Se vende está también en esa línea, es un cine que tiene más que ver conmigo, con esa tradición del humor, de cine inteligente… es el tipo de cine que me gustaría seguir haciendo.

Se trata de una comedia de humor negro donde la muerte es un pretexto para hablar de la vida. En Se vende tuve la suerte de tener un elenco maravilloso encabezado por Dainelis Fuentes (la protagonista), Yuliet Cruz, Mario Balmaseda, Mirta Ibarra y otros actores emblemáticos del cine, el teatro y la televisión cubana, haciendo pequeños personajes.

La música del filme es de Andrés Levin, con quien ya había trabajado en Amor crónico. La banda sonora también es de lujo, con canciones originales hechas para la película, como la de Juan Formell y Los Van Van, Carlos Varela, David Torrens, Kelvis Ochoa, Cucú Diamantes, Ernán López-Nussa, Polito Ibáñez...

Estamos locos por que la gente en Cuba vea la película, está hecha para los cubanos, aunque es una historia para cualquier público. La realidad de Nácar, la protagonista, es parte del mundo que su generación ha heredado. Su historia va más allá de la política, de lo local.

El triunfo de la película aún está por ver, pero la banda sonora sí sé que será un éxito.

¿Piensas sacar un disco independiente con esos temas del filme?

Sí. Lo publicaremos como un producto independiente con alguna disquera cubana que se interese. Queremos trabajar en eso pronto. De toda mi vida, siempre he tenido mucha relación con la música.

Ya tienes la plástica de tu lado, ¿piensas incursionar también en la música?

No, qué va… la música me gusta en las películas y para dirigir algún espectáculo, pero no para hacerla yo, ni para cantar tampoco. (Risas) Para eso están los hijos míos, que casi todos son músicos.

¿Crees que existe un sentimiento especial en el hecho de estar de un lado y otro de la cámara en una misma película, como director y protagonista?

Lo que hay es una gran dificultad, realmente es estresante. Es algo que no pienso volver a hacer. En mis próximos trabajos estaré como una cosa u otra: actor o director, pero no los dos a la vez.

¿Cuáles son esos próximos proyectos?

Pienso llevar a la pantalla grande el cuento de Miguel Barnet Fátima y el Parque de la Fraternidad. Me concentraré detrás de la cámara. Fátima es un personaje gay que reivindica su posición sexual ante la sociedad y ante sus propias contradicciones.

¿En qué fase está ese trabajo?

Ya está el guión, escrito por Fidel Antonio Orta. Pienso estar próximamente haciendo casting para encontrar quién haga el personaje, que es complejo, maravilloso. A mí me recuerda mucho al Diego de Fresa y chocolate, que también viene de un cuento, de Senel Paz. Ambos textos han sido Premio Juan Rulfo.

¿Te gustan las adaptaciones de la literatura al cine?

Hay coincidencias de este tipo en varias películas que he hecho como actor o director. Es atractiva la idea de llevar la literatura al cine. Hay cosas fascinantes. Es un gran reto siempre trasladar el lenguaje de la palabra escrita al mundo de la imagen y el sonido, me encanta.

Y como actor, ¿qué estás haciendo ahora?

Estoy trabajando con Marilyn Solaya en su película Vestido de novia, ya vamos a empezar a rodar. También pienso hacer algo con Arturo Sotto en un proyecto que inicialmente se llamó Decamerón habanero.

Tantos años en la actuación, ¿qué te aportan a la hora de dirigir?

A mí me gusta contar historias. Después de hacer decenas de películas como actor, he adquirido cierta experiencia en el trabajo detrás de la cámara también. Me gusta crear personajes, no solo el mío, desarrollar conflictos.

El Diego de Fresa y chocolate te consagró en el cine cubano. ¿Qué sigues sintiendo por ese personaje y qué significa para ti esa película que está cumpliendo 20 años?

Siempre he dicho que Diego fue un punto de giro en mi vida, no solo en mi carrera. Yo era un joven actor que soñaba y ese personaje me abrió las fronteras del cine, me permitió hacer cine en Europa, Latinoamérica. Creo que lo que soy hoy se debe a esa experiencia maravillosa.

Recuerdo a Diego con mucho cariño porque es entrañable, con grandes valores humanos; todavía uno lo ve hoy y aprende algo. Esa película fue una manera de hablar de la amistad, de la tolerancia, del respeto a la diferencia…, que eran temas muy necesarios.

Lo más bonito es ver cómo la sociedad cubana ha evolucionado en muchas de las cosas que defendimos en esa película y que en aquel entonces eran intolerables.

Fresa y chocolate es un homenaje a la amistad. Recuerdo que en el filme de Cucú Diamantes incluiste un personaje muy cercano a ella, su amigo Guarapo. ¿Qué es para Perugorría la amistad?

Para mí es algo especial. Yo me he crecido con mis amigos. He tenido la suerte de tener amigos muy talentosos que me han enriquecido, me han hecho ser mejor. La vida es un viaje súper largo en el que uno conoce mucha gente, y es lindo encontrar personas que aún te sorprenden y que te siguen haciendo creer en la amistad.


Eres probablemente el actor cubano más reconocido internacionalmente, ¿cómo llevas la fama?

Por suerte, la propia isla es un antídoto a la vanidad. Aquí la fama que uno relaciona con la vanidad es muy difícil de cultivar. La realidad supera lo que uno intente creerse. (Risas) En Cuba a los artistas no se les puede ir la cabeza en ese sentido porque la cabeza hay que tenerla como los pies, en la tierra.

Hace unos meses fuiste parte de la última película de Fernando Pérez, en un personaje bastante complejo, según lo que muestran las fotos del filme. ¿Qué se siente al trabajar con alguien como él, qué ventajas te da en tu trabajo como actor?

Nunca había trabajado con Fernando, yo sentía que era una deuda personal, después de haber podido trabajar con grandes del cine cubano como Titón o Solás.

La pared de las palabras fue una experiencia como yo me la esperaba: maravillosa, porque Fernando tiene una espiritualidad que aplica en todo en la vida. Él tiene un gran compromiso con el cine. La historia que estábamos contando era súper compleja. Siento que he aprendido mucho de él.

¿Tuviste que luchar por el personaje o estaba claro que era tuyo?

Tuve que luchar por el personaje hasta el final de la película, por la complejidad que tenía. Hacía tiempo que no interpretaba un personaje tan difícil y que me costara tanto trabajo, aunque sí tenía mucha confianza en Fernando, en las actrices que me acompañaron, como Isabel Santos, y en todo el equipo.

¿Cómo te involucras con cada personaje que interpretas, cómo es ese proceso de moldear la persona que surge entre lo que dice el guión y la manera en que lo sientes tú?

Es un trabajo relativo, depende del proyecto, del director, del tono de la película, del tiempo disponible… uno tiene una manera de componer personajes, pero después nos adaptamos a lo que nos piden, y eso hace que cada experiencia sea diferente.

¿Tienes películas favoritas del cine cubano?

Siempre hay filmes entrañables que repasamos una y otra vez, comoMemorias del subdesarrollo, Lucía, los documentales de Santiago Álvarez… y cada vez que las encuentro en alguna muestra homenaje, las disfruto como la primera vez. Estoy orgulloso del cine cubano. Las historias que aquí se cuentan no envejecen, siempre nos estremecen.

¿Piensas regresar al teatro?

Me he vuelto un hombre de cine. Estoy tan metido en la realización audiovisual, que casi no me queda tiempo. El poco espacio que tenía para dedicarme al teatro, lo ha ocupado la pintura. Pero no creas que no me emociono cuando me paro sobre un escenario y siento el olor de las tablas. Quizás algún día.