Él mismo me comentó, en un breve cruce de palabras que pudimos mantener, que su imaginario visual se llenaba de tantas cosas y experiencias, se le acumulaba tanto que tenía que cambiar de línea, de procedimientos y de procesos en cuanto considera que un proyecto ya está agotado. No es descartable que esa precipitación lo obligue después a detenerse en lo que todavía prometía, en lo que tenía de ramificaciones desapercibidas y ahora aparecidas y que exigían una nueva proyección.
Con ello queda de manifiesto que no es una sorpresa que de un pintor como él, inquieto, atento y observador, emane una pintura extrovertida, que quiere salir a la luz y dialogar, que se exterioriza porque en ella pasión y visión se mimetizan en una sola, la cual nos depara esa comunicación insoslayable.
Esta serie dedicada a la Habana muestra una realidad plástica que a través del olvido llega a una memoria que tiene como misión no dejar que lo efímero tape lo perecedero, lo primero siempre se viste y acaba pudriéndose por ello, lo segundo está desnudo. Para ello, rescata una geometría urbana que por medio de un fuerte impacto cromático aborda otra dimensión de la ciudad (¿alguien sabe cuántas tiene?), esencializando los valores que personifican su verdad.
Hoy, el malecón cuenta a sus habitantes con el objeto de organizar una aguerrida mesnada. Pero los resultados no son muy esperanzadores antes tantos paralíticos, mutilados, cojos, lisiados. Y después había que sumar a los ciegos, mudos, sordos y sordomudos. Sólo eran válidos los proscritos y éstos no eran de fiar. Entonces dispuso una peregrinación al santuario de la Virgen de la Regla para su curación. No se supo lo que ocurrió pero según se dedujo después la Virgen se asustó y pidió un inmediato traslado a otra isla, con lo que tuvieron que regresar tal como habían ido. Le digo a Humberto: "es que menos en lo de la penumbra, no acierta ni una".
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