lunes, 28 de mayo de 2007

La noche de los inocentes y la disección de un policía


Por Rubén Padrón Astorga

La noche de los inocentes de Arturo Sotto, competidora por Cuba dentro de la Sección Oficial, nos ha obsequiado con un personaje tan bien escrito, actuado con tanta gracia, con tanta destreza, que uno de los análisis de la película ha de hacerse forzosamente en función de él. Se trata del personaje de Jorge Perugorría, que encarna a un policía llamado Frank.

Frank tiene en la cinta un valor radical, no solo porque es el eje de la historia, sino porque sufre una disección inusual, a partir de haber sido sancionado por abuso de poder a la entrada de un cine y de hacer una investigación que no le toca en una sala de hospital.

Casi todos los policías que se han visto en nuestra televisión o en nuestro cine son tan íntegros que apenas se reconocen personas en ellos. Eso para no hablar de que estos personajes jamás se han tomado el trabajo de cuestionarse la profesión ni de expresar las cosas que piensan como policías o las ventajas y desventajas de serlo. Y no estoy añorando policías corruptos, sino humanos.

Se trata entonces de echar luces sobre una realidad humana, una de las mejores intenciones que puede tener el arte, casi la única, en este caso la realidad humana de un policía, tan poco iluminada entre nosotros. Sabemos que su labor consiste en ocuparse de que la vida de la gente ande en paz. Cumplir con rigor esta premisa hace al buen agente. Pero la policía peca a veces de exceso de rigor.

El de nuestra película está sancionado por exceso de rigor. La multitud que se atropella para entrar a un cine es para él un casus belli, un motivo de guerra. Motivo comprensible, ya Frank se ocupará de demostrarlo.

En algún momento de la película se descubre su falta y se sabe que ha sido expulsado de la policía. Frank, para defenderse, intenta justificarse. Reconoce que empujó a la gente en el cine con toda su fuerza, pero que a todos les pidió perdón. Entonces, desesperado, dice que no comprende cómo es posible que los habaneros lleguen a romper una vidriera con tal de ver una película, cuando en Santiago lo hacen para conseguir ventiladores. El reconocimiento de este absurdo es una de las grandes sumergidas psicológicas que hace la película. El policía no entiende a la gente y esta incomprensión lo irrita hasta cegarlo.

Nuestro agente tiene una única intención, estimulada por su novia enfermera: ser un buen policía. Ese único deseo echa por tierra toda la fila de personajes que se han escrito para ser policías en nuestros audiovisuales. Esta necesidad de Frank de hacer bien su trabajo, de corregir el error que cometió, de parecerse al policía ideal, que para él no es otro que el gran Humphrey Bogart (ojo, un ejemplo de policía bien hecho), y al querer acercarse a su ideal está demostrando su íntima convicción de que no ha sido bueno hasta ahora, esta necesidad de Frank, decía, es la oportunidad que nos da la película para imaginarnos qué hubiera hecho, en su lugar, un policía distinto, por ejemplo, el que está realmente encargado del caso.

Alteremos un poco lo que cuenta la película. Imaginémonos que un policía cualquiera entra en la sala del hospital y ve reunida a una familia en torno a un travesti golpeado e inconsciente. Lo primero que sentirá será repulsión. La figura del travesti, como da cuenta de sobra la película, le produce repulsión, horror o hasta gracia, una gracia macabra, a casi todos los personajes. La madre se espanta de que su hijo se vista de mujer, espanto lógico, porque sabe el peligro a que se expone. El padre lo golpea salvajemente, sin saber que es su hijo, solo porque está convencido de que la única actitud posible que se puede tener en relación con un travesti es golpearlo. El amigo del padre lo estimula desgañitado a que le de una paliza. Los camilleros se burlan de él. Los enfermos avanzan en tropel para ver la figura espantosa de un travesti. La recepcionista del hospital se ríe en la cara de su madre, cuando pregunta: “¿Usted tiene un hijo maricón?”. Esta repulsión que todos sienten por el travesti es la denuncia que hace la película de uno de los tratos más despreciables que se da a persona alguna en estos tiempos.

Pero sigamos con la película imaginaria. Luego de observar el espectáculo, el policía cualquiera hará las dos o tres preguntas que le tocan y se irá a hacer el informe. El resto de la familia, el italiano y la novia se atacarán unos a otros hasta que el travesti se levante furioso (recuérdese que estaba fingiendo inconsciencia) y les eche en cara a cada uno la parte de culpa que le toca en su desgracia. Claro, que sin la ayuda de Frank, tal vez nadie se enteraría de lo que realmente ha pasado, porque ninguno se atreve a decirlo, y a juzgar por lo mesurado que se ha mostrado el supuesto travesti a lo largo del filme, tampoco él, por pudor, lo dirá.

Como se ve, la figura de Frank es esencial en la película. Él es quien escucha, analiza, compara y descubre. Frank le dice al italiano, “hasta ahora el primer sospechoso es usted”. Le dice a la niña, “es en ti en la única que confío”. Le dice al padre, sin sensiblería, con un desprecio absolutamente convincente, que es él quien ha golpeado a su hijo. No me imagino qué otro personaje de los que estaban en la sala, no ajeno totalmente a los sucesos previos, con cosas que ocultar, sin deseos de hacerse centro de la pesquisa, hubiera sido capaz de decir estas cosas y de descubrir la verdad. Frank, con una potestad falsa, hace las veces de interrogador, de jurado, de juez imparcial.

Y he aquí la tesis la película, al menos la que a mí me interesa: solo porque Frank está resuelto por convicción propia a descubrir la verdad, y a hacerlo bien, lo logra; y es eso precisamente, y no otra cosa, lo que lo hace un buen policía. Más de una vez se le reprocha a Frank que no lleve uniforme. “El hábito no hace al monje”, responde, y se toca desafiante el peine inofensivo que lleva bajo la camisa. El otro policía, el verdadero encargado de escribir el informe, llega a la sala justo antes de que se acabe La noche de los inocentes. La cinta no se ocupa de él.

Frank no solo es el más humano de los personajes, y el más humilde (es el único en toda la película que pide perdón), es también el único que al final siente una auténtica paz, por estar convencido de haber hecho algo bien. Por lo demás, como antes decía, la actuación de Perugorría es excelente. Frank quería parecerse a Bogart, y no dudo que Perugorría haya hecho su personaje tan bien como lo habría hecho el actor norteño. No exagero, ya los he visto a los dos hacer de policía.

Se estrena en Cuba La noche de los inocentes

Por Yaima Leyva Martínez

La nueva película cubana La noche de los inocentes, tercer largometraje de ficción de Arturo Sotto, fue presentada en la capital cubana ante la prensa especializada. En el encuentro estuvieron presentes los actores Jorge Perugorría, Aramís Delgado, Yasmani Guerrero, Rachel Falcón y Davide Riondino (quien fuera además productor asociado), el productor ejecutivo Camilo Vives, el productor general Francisco Álvarez y el director de fotografía Ernesto Granado.

Sotto, quien confesó que esta ha sido una película hecha con mucho esfuerzo y gracias a la ayuda desinteresada de los amigos y al aporte decisivo de la Productora ICAIC, declaró que la razón principal para emprender este proyecto fue la necesidad de hacer cine: “Llevaba algunos años sin filmar, y tenía varios proyectos que no se hicieron, por lo cual sentía la necesidad de emprender una historia que no fuera costosa, de acuerdo a las posibilidades de producción con que contamos. Así que me he dedicado sobre todo a escribir cuentos a partir de ideas que no he realizado. El guión parte de la combinación de dos de estos cuentos. Traté entonces de inventarme un relato donde los incluyera y que además ocurriese en una misma locación, pues tenía que ser una historia que no fuera costosa. Eso, y la necesidad de hacer cine a toda costa.”

El guión de La noche de los inocentes participó de un taller organizado por la Fundación Carolina junto con Casa América de Madrid que, en el caso de Sotto, contó con la tutoría de Jorge Goldemberg y José Carlos Avellar.

La noche de los inocentes se ubica en una Habana nocturna, y su trama gira en torno al cuerpo inconsciente de un joven travesti que es llevado a la sala de observación de un hospital. De ahí en lo adelante, una serie de personajes que van apareciendo nos revelan las razones para que el individuo terminara así, al tiempo que un fracasado policía, interpretado por Jorge Perugorría, trata de atar los cabos sueltos.

Respecto a su personaje, el actor cubano más internacional indicó: “Este personaje parte de un cuento que el humorista cubano Omar Franco convirtió en un monólogo, y él está tan simpático en su interpretación que para mí era un reto hacerlo. Ha sido muy bonito compartir con estos actores, pues fue un trabajo de equipo muy hermoso. La película se ha hecho con muy pocos recursos pero con mucho amor. Aparte de la experiencia del personaje, cuando hago cine en Cuba, con Arturo, con los amigos, eso también me aporta como persona.”

Arturo se refirió a la voluntad de incluir en el personaje de Perugorría algunos tics  propios del cine negro, en especial de los personajes de Humphrey Bogart, al cual el policía de Perugorría rinde culto. Pero a la hora de situar su película en un género exacto, Sotto tiene dudas: “El termino comedia aplicado a esta película no me gusta; creo que La noche de los inocentes es un gran drama, o una suma de los pequeños dramas de todos los personajes. Sí sé que no quiero aburrirme de lo mismo, de hacer la misma estética siempre. No soy capaz de establecer el proceso creativo como algo definido. De hecho, este es el proyecto que he conseguido hacer y que está ahí gracias a muchos factores. Creo que esta es una historia de Romeo y Julieta sin Montescos ni Capuletos. Aquí quién se opone es Verona. Y Verona puede ser muchas cosas.”

Entre las dificultades que debieron enfrentar los realizadores estuvo la selección del set de filmación, que debía ubicarse en un hospital. Cuenta Sotto: “La prefilmación comenzó visitando todos los hospitales de La Habana buscando locaciones, pues no teníamos recursos para construir. Encontramos dos o tres espacios, pero en la situación de los hospitales, la presidencia del ICAIC pensó que sería muy sensible meter equipos de filmación allí dentro. Conseguimos un apoyo del hospital Miguel Enríquez, que nos prestó camas y equipos, con lo cual construimos todo el set. Ello fue mucho más cómodo para nosotros, tener un ambiente controlado.”

La película es una coproducción entre Cuba, España e Italia. En su realización fue decisivo el aporte de Davide Riondino, quien había dirigido en 1996 una producción italiana con actores cubanos e italianos. Desde entonces, lo une a Sotto y Perugorría una estrecha relación de amistad. Arturo calificó la participación de Riondino como productor asociado como “la de un loco aventurero que se lanzó con nosotros a hacer esto sin saber lo que arriesgaba, ni adónde iba. Llegó a filmar una semana antes, pero se lo agradezco profundamente, porque fue el primer impulso que tuvimos para hacer la película y confió en que iba a salir bien".

Riondino piensa que este no será el punto final de su trabajo conjunto, sino el inicio de otros proyectos: “Mi contribución productiva fue una pequeñísima inversión. Ojalá muchos contribuyeran de esta forma a la producción de cine; ojalá que los artistas fueran más a menudo productores.” Camilo Vives también subrayó el aporte personal de Riondino, pues la inversión procedía de sus fondos privados. “Ojalá hubiesen muchas personas que arriesgaran algo, confesó el productor cubano. Hoy en día ningún productor arriesga nada. Esta película se fue armando en el camino y comenzó con nada.”

La música original está a cargo del pianista y hombre de jazz Ernán López-Nussa, quien nunca antes había emprendido un trabajo para cine de esta envergadura. Cuenta Arturo: “El único trabajo previo que se hizo fue el arreglo de la canción de Silvio Rodríguez Te amaré, que aquí es cantada por Haydée Milanés. De paso, agradezco a Silvio, que nos regaló su canción para la película. Cuando escuché el arreglo de Ernán, sentí que ahí estaba un poco el espíritu sonoro de la película. Yo lo escogí para componer la música porque esta es una película nocturna y su formación jazzística iba mucho con el tono. Pero lo que más me sorprendió cuando terminó es que, siendo un artista con una marca muy personal, hizo una música de género, para cine.”

Luego, la música incidental, que incluye a grandes voces de la música popular cubana, fue otro tema del diálogo. “Soy un fanático de la música cubana de los 60 y 70 —confesó Sotto—, y no la escucho en el cine cubano. Ya en Amor vertical había usado a Bola de Nieve, y a Elena Burke con el mismo disco que uso aquí. Pero debo confesar que no la voy a usar más, porque la EGREM (Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales) nos cobra tanto que hay que inventarse un presupuesto para eso. Y es nuestra música, nuestra cultura. A veces tuvimos que condicionar el montaje a la duración de la música, porque no teníamos dinero para pagarla. Por suerte, el ICAIC asumió ese costo, que es bastante alto.”

La fotografía estuvo a cargo de Ernesto Granado y su concepto giró en torno a los ambientes del cine negro clásico. Sotto declaró: “Revisamos varias películas del cine negro norteamericano e intentamos apropiarnos de los claroscuros que están en ese cine. Esta película fue filmada en un formato digital que no es HD, así que el proceso de inflado fue muy complejo, con muchas pruebas desde el punto de vista técnico. Y conseguimos una imagen final que es una fotografía de género.”

Respecto a los homenajes al cine cubano presentes en su cine, Arturo Sotto confesó el tributo que quiso hacerle a Tomás Gutiérrez Alea usando fragmentos de Memorias del subdesarrollo y un segmento sonoro tomado de Fresa y Chocolate. “Siempre me dije que si Titón no estaba en los medios, yo lo pondría en mi película, para insistir en que Titón tiene que estar presente en nuestra memoria y en nuestro pensamiento.”

A propósito de su guión Peter Pan Kids, el director dijo que el ICAIC está avanzando en la fase de financiamiento del proyecto, pues se trata de una película mucho más compleja y cara.

Sotto confiesa su alegría por el estreno: “Quería terminar esta película, que empezamos a filmar en 2005. Les confieso que queríamos hacer una película correcta, sin grandes pretensiones, pero que llegue al espectador cubano, y ojalá que así sea. Me gustaría que el público no solo se quedara con lo que dice la película, sino que meditara en aquello que los personajes no dicen.”

La noche de los inocentes ha sido presentada en el mercado del Festival de Cine de Cannes y va a estar en festivales de Italia, mientras se hacen gestiones para presentarla en Toronto. Esta semana debutó en el circuito de cines de estreno de la capital cubana.